Como nació el Masters y la irrupción mundial de Vilas
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Por MARTÍN GONZÁLEZ

Perder un partido y seguir con la posibilidad de obtener el título es algo que no sucede en los torneos individuales del circuito profesional masculino de tenis. Salvo en una competencia muy especial. El Torneo de Maestros. Allí, los ocho mejores jugadores del año calendario disputan el último título de la temporada. Divididos en dos zonas de cuatro, juegan todos contra todos (se le llama sistema de round-robin) y los dos primeros de cada grupo pasan y se cruzan en semifinales. De allí, a la gran final. Participar de este evento no es para cualquiera. Son ocho elegidos. Y como ya ha pasado con siete jugadores argentinos en el pasado (Vilas, Clerc, Coria, Nalbandian, Gaudio, Puerta y Del Potro), en este pandémico 2020 se sumó un octavo a la selecta lista: el pequeño gran Diego Schwartzman.

A continuación, un breve recorrido por la historia del surgimiento del Masters y lo que significó este torneo para la instalación en el universo del tenis del más grande tenista argentino de todos los tiempos, Guillermo Vilas.

El torneo se jugó por primera vez en Tokio, Japón, a fines de 1970, a partir de la creación por parte de la Federación Internacional de Tenis (ITF), a modo de test, de un circuito limitado de torneos masculinos bajo la denominación de Grand Prix.

El Grand Prix de 1970 incluía los torneos de Wimbledon, Roland Garros y US. Open y la final de la Copa Davis. Para la clasificación al torneo de fin de año, se estableció un sistema de puntuación por categoría de torneo (clase A, B, y C) y por ronda superada. El éxito de la iniciativa de la ITF quedaba supeditado a la convivencia con los circuitos de la World Championships Tennis (WCT) y la National Tennis League (NTL), las dos empresas organizadoras de torneos profesionales.

El momento clave para el nuevo Grand Prix de la ITF fue el 22 de junio de 1970, cuando se anunció el acuerdo con la compañía Pepsi-Cola, su primer gran patrocinador. De ella recibió 75.000 dólares para dar nombre al circuito, y otros 50.000 para la disputa de una prueba final entre los seis mejores tenistas del mismo. Así nacía el Pepsi-Cola Masters.

Finalmente, el Grand Prix 1970 contó con 20 torneos, entre ellos Buenos Aires, y el Pepsi-Cola Masters en Tokio.

Ken Rosewall (Australia), Zeljko Franulovic (Yugoslavia), Stan Smith (EE.UU.), Arthur Ashe (EE.UU.), Jan Kodes (Checoslovaquia) y Rod Laver (Australia) fueron los primeros participantes, sobre una pista de moqueta (superficie súper rápida que fue prohibida en 2009) en el Metropolitan Gimnasium de Tokio. El torneo se jugó bajo el formato round-robin, sin semifinales ni finales. Stan Smith fue el primer campeón al ganar cuatro de los cinco partidos, y superar en porcentaje de juegos ganados al mítico Rod Laver, ganador dos veces del Grand Slam (1962 y 1969). En compañía de Arthur Ashe, Stan Smith logró también el título en la prueba de dobles.

En estos inicios de la década del setenta el circuito profesional de tenis recién estaba tomando forma. La Era Abierta nació en 1968. Antes de ese año, existía una distinción entre jugadores profesionales y amateurs, que dejaba de lado de los torneos más importantes a los primeros. Con el comienzo de la Era Abierta, todos los jugadores podían competir en todos los torneos, a partir de lo cual los mejores consiguieron vivir del tenis y la popularidad del llamado “deporte blanco” se extendió por todo el mundo, logrando despojarse de su imagen de deporte para las clases altas de habla anglosajona.

Para esto último, mucho tuvo que ver la explosión definitiva que alcanzó a partir del surgimiento de rutilantes nuevos talentos que comenzaron a gozar de una popularidad digna de una estrella de rock: el rumano Illie Nastase, el estadounidense Jimmy Connors, el sueco Bjorn Borg y nuestro argentino Guillermo Vilas, entre otros, llevaron al tenis a otro nivel de aceptación. Por eso, en Argentina se dice que Vilas “creó” el tenis. Lo convirtió en un fenómeno popular. Ese fue su mayor logro, más allá de los cuatro títulos de Grand Slam que obtuvo.

Luego de la victoria de Smith en 1970, los siguientes años tuvieron el desparpajo de un talento virtuoso, fuera de lo común, como dueño de la competencia: el carismático rumano Illie Nastase se llevó las ediciones de 1971 (París), 1972 (Barcelona) y 1973 (Boston). Hasta que llegó 1974.

La 5 edición del Masters Grand Prix se realizó del 10 de diciembre al 15 de diciembre de 1974 en Melbourne, Australia. Dentro de los ocho clasificados, por primera vez estaba un joven pelilargo argentino nacido en Mar en Plata, quien llegaba como tapado para competir en la superficie más adversa para su juego: el césped. Era Guillermo Vilas.

Salvo en Toronto (Canadá), sus títulos de ese año en Gstaad (Suiza), Hilversum (Países Bajos), Louisville (EE.UU.), Teherán (Irán) y Buenos Aires (Argentina) habían sido en polvo de ladrillo. Pero en Wimbledon, la cuna del césped, había caído relativamente rápido, en tercera ronda, ante un tenista estadounidense que solo se destacaba en dobles, Erik van Dillen. Por lo tanto, las expectativas de triunfos para Vilas en Australia eran bajas. “El pasto es para las vacas”, confesó luego Vilas que había dicho alguna vez, ante la consulta sobre qué significaba para él jugar al tenis en esa superficie.

El Gran Willy llegó al país de los canguros tras ganar el torneo de Buenos Aires y en tan solo unas dos semanas de entrenamiento logró cambiar por completo su forma de juego. “En ese Masters, fui como un australiano, hice todo saque y red”, contó alguna vez el propio Guillermo. Tras no ganar ni un set durante las pruebas que compartió con el español Manuel Orantes, un día antes del inicio del torneo, Vilas contó que fue clave un diálogo que tuvo con el gran ex campeón de Wimbledon, Neale Fraser. El australiano le dijo que sacaba muy mal pero que si hacía unas modificaciones técnicas, no iba a tener problemas. Vilas le hizo caso.

Llegó la hora del debut y enfrente tendría, nada menos, que al local John Newcombe, que en junio de ese año había alcanzado el número uno del ranking mundial. El juego del argentino fue brillante, sorprendiendo a todos con un buen servicio y mejor devolución, para imponerse por 6-4 y 7-6 (2). Para Juan Carlos Belfonte, histórico preparador físico del equipo de Copa Davis y único acompañante de Villas en aquella gesta de Melbourne, fue un éxito decisivo: “Guillermo no había llegado con tanta confianza y la fue tomando a medida que ganaba partidos, pero para que esa seguridad haya ido en aumento, fue muy importante la victoria ante Newcombe”, reconoció alguna vez a El Gráfico.

Le siguieron sendos triunfos contra el neozelandés Onny Parun (otro especialista en césped) por 7–5, 3–6, 11–9 y sobre el sueco Bjorn Borg (el rival más difícil que tuvo a lo largo de toda su carrera) por 7-5 y 6-1, para alcanzar las semifinales invicto. Allí, ya con cierta expectativa despertada en Argentina que se traducía en ser tapa de los diarios, superó al mexicano Raúl Ramírez por 4-6, 6-3, 6-2 y 7-5.

Inesperadamente para todos, Vilas había llegado al partido decisivo y lo disputaría con el tricampeón consecutivo, el genial Illie Nastase.

El día se presentó nublado, pero bastante caluroso en Melbourne. Los primeros dos sets fueron para el argentino (7-6 y 6-2), que continuaba sorprendiendo con un permanente juego de ataque. Pero Nastase no se entregó con docilidad: armó su show de diálogos y risas con el público, al tiempo que mientras con eso buscaba desconcentrar a su rival, él podía desarrollar sin fisuras su fantástico tenis. Así ganó la tercera y cuarta manga, ambas por 6-3.

Pero en el quinto set emergió lo que sería luego un denominador común en la carrera de Vilas: su espíritu de guerrero que no se entregaba jamás en el medio de la lucha. Eso más una gran concentración, excelentes devoluciones y precisos ataques lo colocó 5-4 y el saque. Con un 40-15 sirvió sobre el drive de Nastase, cuya devolución se fue ancha sobre la paralela. El Gran Willy tiró su raqueta y pegó un gran salto, como graficando físicamente lo que al mismo tiempo sucedía en el plano simbólico: el salto de Guillermo Vilas al obtener el Masters lo situaba en el mismo rango de los grandes tenistas del mundo. Y allí permaneció durante casi una década ininterrumpida.

“Hasta hace un par de meses, pensaba que el pasto era para las vacas. Ahora pienso que es para la vacas… y para los tenistas también”, saludó sonriente al público el Gran Willy durante la premiación de ese Masters de 1974. Ya nada sería igual.

GABRIELA SABATINI Y DAVID NALBANDIAN, LOS OTROS GRANDES CAMPEONES

Más allá de Guillermo Vilas y su primer impacto mundial a partir de la obtención del Torneo de Maestros de 1974, luego nuestra mejor jugadora argentina de todos los tiempos, Gabriela Sabatini, y el talentoso David Nalbandian, también alcanzaron la gloria que significa obtener este trofeo. Gaby lo hizo dos veces, en el mítico Madison Square Garden de Nueva York, en 1988 y 1994. Mientras que el cordobés de Unquillo consumó la hazaña al derrotar en la final de 2005 tras batallar durante cinco sets ante el mayor ganador de la historia de esta competencia (seis títulos), el suizo Roger Federer.