Teletrabajo: una ley que restringe y no promueve el empleo
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El proyecto de teletrabajo que pasó con media sanción a Senadores, impulsado por el Frente de Todos, pone en riesgo la creación de nuevos empleos y perpetua comportamientos de los sindicatos que deben finalizar. Me he reunido con varios empresarios que me manifestaron su preocupación por esta nueva ley. Ellos también fueron escuchados en la Comisión de Trabajo y Previsión Social pero la respuesta del oficialismo fue rotunda: no habrá cambios. 

Este proyecto, que restringe y atenta contra la actividad, tiene puntos que deberían ser modificados. Antes que nada debería arrancarse por la definición; ¿qué es y qué no es teletrabajo? Según el proyecto en cuestión se trata de cualquier actividad que se realice fuera de la oficina sin importar el tiempo o el lugar. Esto puede generar discusiones en cuanto a las ocasiones en que debería aplicarse la ley, por lo que se debería pactar un umbral mínimo de horas para comprender que el empleado está teletrabajando. 

Otro punto preocupante es la reversibilidad. Según el artículo 8 del proyecto, se establece que “el consentimiento prestado por la persona que trabaja en una posición presencial para pasar a la modalidad de teletrabajo, podrá ser revocado por la misma en cualquier momento de la relación. En tal caso, el empleador le deberá otorgar tareas en el establecimiento en el cual las hubiera prestado anteriormente(…)”. Desde la oposición planteamos la disposición de un plazo de 60 días para que el empleador pueda organizarse y cumplir con la vuelta del empleado a la actividad presencial. Pero el oficialismo prefiere dejar todo en manos de los “convenios colectivos”, como se refirió el Ministro Moroni en la Comisión de Trabajo y Previsión Social. 

Este es uno de los tantos guiños al sindicalismo duro que se entrevén en el proyecto y que buscan otorgarle poder a los sindicatos ante un inminente cambio en la realidad sindical: sin los trabajadores en la fábrica o la oficina es más difícil representarlos. A este se le suma la obligatoriedad de acreditar en la organización sindical el software utilizado para el teletrabajo, punto que no tiene otro fin que colaborar con la burocracia sindical.

Una ley de teletrabajo no solo debe promover el trabajo, también puede ser una oportunidad para renovar los sindicatos y que obtengan una real representatividad con objetivos como la constante capacitación, el asegurar la conectividad adecuada y conseguir beneficios tales como el pago de internet. Ni hablar que tenemos un sindicalismo con las mismas caras de hace treinta años y ninguna de ellas son de mujeres.

A su vez, estamos ante la posibilidad de lograr una mayor federalización del trabajo, descomprimir el microcentro y darle una inyección de dinero a otros barrios, ciudades y provincias. Tenemos la chance de fomentar la empleabilidad: se podrían incluir cursos de capacitación vía el Ministerio de Trabajo que otorguen las herramientas y las aptitudes necesarias para que se inserten en el mundo del trabajo a distancia personas que antes nunca lo podrían haber logrado.

No volvamos a ser esclavos de las leyes, las leyes están para estimular el trabajo, no para entorpecerlo.

Natalia Villa, diputada Nacional por el PRO